Sábado, 3 de mayo de 2025
Arriba a las seis, a las siete menos cuarto, ya desayunados y en camino. Todavía no ha amanecido.
No hemos sido los únicos a esa hora, el llegar hoy a Santiago y llegar pronto, ha sido la idea de muchos otros peregrinos.
Pasamos por Iria Flavia. Iglesia y cementerio en oscuridad. No sé si será en éste en el que está la tumba de Cela.
El camino de hoy, salvo los ratos por carretera, también ha tenido su encanto. Pero ha primado más el querer llegar que disfrutar de él. Ya sé que no debería de ser así.

Hemos hecho dos paradas técnicas, si se puede llamar así a tomarnos sendas cervezas. Técnicas o no, hay que parar de vez en cuando.
Aunque amenazaba lluvia, no nos ha llovido en ningún momento de nuestro camino. Hemos tenido mucha suerte en eso. Siempre que ha llovido ha sido después de llegar o cuando ya estábamos a cubierto.
A la una menos cuarto ya habíamos recogido la Compostela. Había fila que llegaba hasta la calle, pero el haberla solicitado on line nos ha echo pasar muy rápido.

La señora que me la ha dado hablaba bien el inglés y mal el castellano. A mí se me había acabado la pila del audífono. Le he dicho por señas que ni oía ni podía hablar. Me ha tratado muy bien.

Una vez recuperada la voz, hemos ido a la iglesia de San Francisco a por la franciscana. Había misa y después boda. Este año no ha podido ser.

Y después lo típico, fotos en la plaza. Lo de visitar al santo tampoco ha podido ser. Lo dejamos para el próximo camino.
Además, las cosas ya no son como eran. Recuerdo con nostalgia lo del santo de las croques, el poner la mano en aquella piedra, incluso la foto abrazando al Apóstol. Hoy nada de eso puede hacerse.

Poco duró el sol. Al rato se desató una buena tormenta que nos hizo refugiarnos en los porches de la Oficina de Correos.
Después de comer, llegó nuestro amigo Jesús, que nos rescató de la lluvia y nos llevó a su casa de Cambados.
Y con esto damos por finalizado este corto camino portugués por la variante espiritual.































