Domingo, 27 de abril de 2025
Camino portugués, variamte espiritual.
A las ocho de la mañana, ya pertrechados con nuestra mochila pequeña, excepto Cayetano, que se sigue atreviendo con la grande, nos disponemos a buscar un sitio para desayunar. No hemos tardado mucho y muy cerquita del Hotel, hemos podido hacerlo.
El camino es muy bonito, con algunos momentos espectaculares y por contrapartida otros perfectamente olvidables, como los muchos kilómetros por asfalto.
Vamos conociendo peregrinos que están haciendo el mismo camino. Ha habido un momento curioso. Un peregrino nos hacía una foto cuando venían en sentido contrario un grupo de ciclistas. Han parado y todos se han puesto detrás de nosotros.

A mitad de etapa, en 6666, hemos hecho una paradita para repostar. Unas Estrellas de Galicia y sus tapas, cortesía de la casa. Sana costumbre que podían copiar los hosteleros del resto de España.

Aunque se estaba muy bien en la terraza, ha habido que continuar.



O Porriño
Hemos llegado muy pronto. La etapa de hoy era muy corta. Unos 16 kms.
Estamos hospedados en un albergue privado. El Camino de Santiago. Dos literas bajas y Cayetano en la de arriba.
Está completo. Se oyen voces en todos los idiomas, pero el portugués y el español, predominan.

Ya no estoy para este tipo de hospedaje. Hacer la cama en un espacio reducido, compartir duchas, servicios,… habitación, no me gusta. Quiero mi intimidad.
Salimos a comer. Una tostada con cosas en un sitio, una tapa de paella en otro, un café y chupito en un tercero.

Un rato al albergue a reposar por semejante esfuerzo.

Y vuelta a lo mismo, paseo por O Porriño, helado y bocata de jamón. Nos damos por cenados.
Definitivo regreso al albergue y a las diez de la noche ya pensando en acostarme.
Mañana iremos a Redondela. Otra etapa muy corta.









































A veces me siento vulnerable y entonces recuerdo al peregrino que hubo en mí no hace tantos años, capaz de recorrer etapas de 40 kilómetros con la mochila a la espalda, por un país extraño, sin cruzar palabra con nadie en mi idioma durante semanas. Y me veo ahora, débil, fatigado en las cuestas, aunque sea el servicio de correos quien me lleve la mochila.
Pero sigo caminando. Y mientras haya camino, hay también un poco de aquel peregrino.